New Poetry By: Tim MacGabhann | The Quietus

New Poetry By: Tim MacGabhann

A first on tQ, new writing this week — a poem by Mexico City Lit's Tim MacGabhann — comes in dual-language format: the original English-language version and a Spanish translation by fellow editor María Cristina Fernández Hall

Aeolus


10:


Carl: “If this bar were a woman she would have a few air-miles on her, right enough, but still be the best here’s ever seen after – and in many cases also before – the ones seen in pornography.”


Hence the leers, the pie-eyed gawps, the lurch and tumble.


“Yes. Call her La Beatríz. She’ll know, of course, that the leers, the pie-eyed gawps, the grabs – that – are all part of the same continuum of violence. Nods above it all, head tilted, sad-eyed.”


Afloat in her drown. My Lady of the Forest, waver over to me here where I edge and inch down to my. Oh, you know.


9:


Andy: This town rifles your pockets. Leaves your father’s eelskin wallet muck-streaked and spread in a puddle: a shot crow. ‘Just a 30cm-knife, nothing special.’ That’s the bit I can’t handle.


8:


The bar’s dark cut by the lit wedge we sat in.


“Still in the steep and the narrow ways.”


The grass, the jacaranda, the candied manic gleam seared eyes like vodka seared guilt and throats.


“And this. Expect no further word.”


7:


“I’m absolutely mitred. Every second blink is to blink back frames from the dream begun behind my eyes. Intaglio, there’s a word. The word for how the lines of this cigarette smoke are also a cigarette smoked by Death on his back through a hole in the floorboards. Excuse me.”


6:


No, we haven’t read the papers. No, neither of us. What? He’s the photographer: it’s him’s the one whose job it is to do all that word stuff. No, I know, I know. That was. So. A joke.


“Until the stars rise from the sea, why not, all churn and fulgence. Until the fire turns to wings in me. A white shirr of wings in me. Soon they buffet themselves quiet, and I can fall, annulled.”


I hear. Six. One faceless. The crime of the century. What? Oh. Any crime, any century.


5:


If vodka will seethe under microscope then when my head goes full Google Earth I will see the drink from above as a still cloud ceiling. Pressure-grooved, shot with light, all brilliant indifference. Rivers like the dreadlocks of some meditating God.


“No, that’s wrong. He is. Off. Practicing for the birds.”


4:


Sleep has the news before the event. At 4am an Escalade shrieked laps around the hotel courtyard’s gravel. The shadows fled, whirled, found themselves pinned to columns. Teen voices shouted over banda music that ‘more of them’ had been strung from the overpass. I shut my eyes and saw meat garlands livid on wire, as in the market.


Their M4s always look so new, I always think.”


3:


“That wind tells you everything you need to know. Ramped in upriver last night. Kited through the old asylum. Drank cries from the scraubed walls. The – sea. Was a million dead brides’ veils moving.”


Well, thank you. And again.

“Me, I felt like I’d been buried five years ago. I stretched up my clasped hands. Saw tumbled statues, broken columns in my fire’s coals.”


I strongly imagined bodies I once saw burned.

“Yeah. Yeah, you’ll do that, right enough.”


2:


Now I know, I know. I know I can sit with this burn, stay unannealed, do nothing only blur. Blood vapour in ignition. All that. But that last sting is my ticket punched let me tell you! I clench in this fire. Toughen, darken, like leather. In the bar optics his glass held molten glass. I will drink until someone mops away the moon’s bullet wounds with kelp and salt water. Until the stars lower and cluster, spell Miss Ecatepec 2014’s broken eyes.


1:


“January snaps at my heels. Saturn is back, man. I read it. Two more years.” So chase down streets slick as gullets, same as an eel will dive home through wet fields. “No. No use. The chop and slaver, the gnash. I can hear. It’s here, Andy, it is.”


Mathilde:


After the blond one went down on the bar for the third time, the other ordered coffee. Til I caffeinate myself down out of this, he said.


A staring contest: him against the black pupil pooled in his cup. You know, Mathilde, this latest thing. I really. Don’t think I can take it here much longer.


I shouldn’t have said this next bit but I was tired. Annoyed: coffee at three in the morning when I’m drunk too – not easy. Plus I live here. Sorry: I mean, I take it here.


So. I asked him. ‘So how much longer do you think you can take it?’


A one-syllable laugh. A cough, more like, but through a heatless crescent smile. I’m about to find out.


Eolo


10:


Carl: “Si este bar fuera mujer estaría bien soplada, eso sí, pero sería de las más buenas que se han visto desde—o aún antes de—las que se ven en el porno.”


Por ende las miradas verdes y embobadas a medios chiles. El traqueteo y el revuelco.

“Sí. Llámale La Beatriz. Sabrá, seguramente, que las miradas verdes y embobadas a medios chiles y que los agarrones—que todo aquello—tan solo es parte de la cadena de violencia. Sobre todo, asentir: cabeza inclinada, mirada triste.”


A flote en su ahogo. Mi Dama del Bosque, vacílate hacia acá donde me orillo y arrímate aquí abajito a mi… Ay, tú sabes.


9:


Andy: Este pueblo te quiere revolver los bolsillos. La cartera de piel de anguila de tu papá acaba tiznada de lodo, desparramada en un charco: cuervo tirado. ‘Nomás con un cuchillo de 30 centímetros, nada especial.’ Es esto lo que me cuesta.


8:


Lo oscuro del bar tajado por la cuña alumbrada donde nos sentamos.


“Aun entre caminos empinados y angostos.”

El pasto, la jacaranda, la vislumbre frenética confitada chamuscó la mirada como el vodka chamuscó la culpabilidad y las gargantas.


“Y esto. No espere más noticias.”


7:


“Estoy completamente achaflanado. Cada segundo parpadeo equivale a parpadear los grabados negros de aquel sueño que comenzó detrás de mis ojos. Intaglio, vaya palabra. La palabra que describe cómo los renglones de este humo de cigarro también son un cigarro que la Muerte se fuma acostada desde un tronco en la tarima. Discúlpenme.”


6:


No, no hemos leído el periódico. No, ninguno de nosotros. ¿Qué? El fotógrafo es él: él es el encargado del rollo aquel de la escritura. No, ya sé, ya sé. Era. Una broma. Total.


“Hasta que las estrellas asciendan del mar, por qué no, toda mezcla y fulgura. Hasta que el fuego se convierta en alas dentro de mí. Un rizo blanco de alas en mí. Pronto se sacuden hasta callar, dejándome caer, anulado.”


Escucho. Seis. Uno sin cara. El crimen del siglo. ¿Qué? Ah. Un crimen cualquiera, un siglo cualquiera.


5:


Si el vodka bullera bajo el microscopio entonces cuando me ponga a pensar a la Google Earth miraré este trago desde arriba como un inmóvil techo de nubes. Estriada bajo presión, inyectada de luz, una gran indiferencia brillante. Ríos como las rastas de algún Dios que medita.


“No, está mal. El anda. Fuera. Preparándose para los pájaros.”


4:


El sueño tiene la noticia antes del evento. A las 4:00 a.m. un Escalade chilló haciendo rondas sobre la grava del patio hotelero. Las sombras huyeron, se remolinaron, se encontraron enganchadas a las columnas. Unas voces adolescentes gritaron más fuerte que la banda y proclamaron que ‘más de ellos’ habían sido colgados del cruce. Al cerrar los ojos veo guirnaldas de carne lívida en el alambre, como en el mercado.


Sus M4 siempre se ven tan nuevas, pienso yo.”


3:


“Aquel viento dice todo lo que hay que saber. Ayer en la noche patiné a contracorriente. Papaloteé por el antiguo manicomio. Me bebí los chillidos de las paredes desolladas. El – mar. Fue el meneo de los velos de un millón de novias muertas.”


Pues, gracias. Y de nuevo.


“Yo, sentí que me habían enterrado hace cinco años. Estiré las manos entrelazadas hacia arriba. Vi estatuas revolcadas, columnas quebradas en el carbón de mi fuego.”


El recuerdo intenso de los cuerpos que alguna vez vi quemarse.


“Sí. sí, eso harás, claro.”


2:


Ahora lo sé, lo sé. Sé que puedo sentarme con esta quemadura, seguir sin recocer, no hacer más que empañarme. Sangre evaporada en la llave de encendido. Todo eso. Pero esta última punzada es por mi boleto perforado, ¡te lo aseguro! Me contraigo en el fuego. Me curto y oscurezco, como el cuero. Con la óptica del bar, su vaso vertía vidrio fundido. Beberé hasta que alguien trapee los escopetazos de la luna con agua salada y algas. Hasta que bajen las estrellas, se apilen y deletreen los ojos rotos de la Señorita Ecatepec 2014.


1:


“Enero me chasca los tobillos. Ya volvió Saturno, wey. Lo leí. Otros dos años.” Persigue aquellas calles tan escurridizas como una gola, igual a una anguila que se zambulle a casa por los campos mojados. “No. ¿Para qué? El pilar y el babear, el rechinar. Lo escucho. Está aquí, Andy, aquí.”


Mathilde:


Cuando el güero ya se había bajado al bar por tercera vez, el otro pidió un café. Hasta que la cafeína me baje de esta, dijo.


A ver quién logra sostener la mirada: él contra la pupila negra encharcada en su taza. ¿Sabes, Mathilde?, esto último. De veras. No sé cuánto tiempo vaya a aguantar aquí.


No debí de haber seguido, pero estaba cansado. Enfadado: café a las tres de la madrugada, ya ebrio – no es fácil. Además, aquí vivo. Perdón: Quiero decir, aquí me aguanto.


Total. Le pregunté. “Entonces cuánto tiempo crees que aguantes?”


Risa monosilábica. O más bien un gruñido pasando por una incálida sonrisa de media luna. Lo estoy a punto de averiguar.


Tim MacGabhann edits the literary magazine and press Mexico City Lit. His fiction, non-fiction and poetry has appeared in Entropy, gorse, 3am, and The Stinging Fly, and is forthcoming in The Lighthouse. // @TimMacGabhann


María Cristina Fernández Hall was born in New York, in 1991. A Catalan, Spanish, and English translator, she is editor at Mexico City Lit and online editor at La Cigarra. After studying creative writing and political science at Columbia University, she took a master’s in translation studies from Pompeu Fabra University (Barcelona). She is currently Catalan professor at Universidad de Guadalajara.

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